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7/2008 – La prensa y la memoria, el confín oriental en los periódicos de la posguerra

Desde el otoño del 1944 la inteligencia aliada sabía de los destrozos de las Foibe

La prensa y la memoria, el confín oriental en los periódicos de la posguerra 

Una antología de intervenciones de los más importantes títulos lombardos
en el decenio 1945-1954 organizada por la Universidad de Insubria con el apoyo de la ANVGD

 La prensa y la memoria  es el título del volumen compuesto por Antonio Maria Orecchia e impreso por la Insubria University Press con la contribución de contenidos y de ideas del Comité ANVGD de Varese, en el que está recogida una amplia selección de artículos aparecidos en los periódicos lombardos al inicio de la posguerra sobre el tema del drama de  Venecia Giulia contendida por la Yugoslavia comunista de Tito y  de las exterminaciones de italianos llevadas a cabo por los partidarios «titines».
 Le hace eco Ottavio Missoni, el notable estilista nativo de Ragusa en Dalmazia (la actual Dubrovnik) pero zaratino de adopción, que hace una reflexión sobre el Día del Recuerdo, mientras es el responsable, el prof. Orecchia, docente de Historia contemporánea de la Universidad de Estudios de Insubria, el autor de las páginas de encuadramiento histórico de aquel clima de angustia vivido por los giuliano-dalmatas y de profunda inquietud de la entera Italia que asistía a la ofensa inferida a sus territorios orientales y a su población civil. Bien evidencia el estudioso como, al contrario de cuanto se piensa en nuestros días, en el primer decenio del tratado de paz el tema del confín oriental fue enormemente presente en toda la prensa italiana.
De la articulada contribución del prof. Orecchia reproducimos un extracto, refiriéndonos al volumen para el entero conjunto de citaciones y referencias.
p. c. h.

ENTRE CRÓNICA E HISTORIA

“El siglo XVII ha sido el siglo de la matemática, el XVIII el de la física, el XIX el de la biología; el siglo XX es el siglo del miedo”. Era solo enero del 1947 pero Albert Camus ya hacía las cuentas de lo que había sido el Novecientos.
Aun así, propio el concepto de miedo en general esta del todo ausente en las imágenes de memoria colectiva que tenemos cuando volvemos a la Liberación y a los días que cerraron la Segunda guerra mundial. Al contrario. […] Esta es la emocionante imagen fijada en la memoria de los italianos: el fin de un desastre que a los veinte años de dictadura había sumado cinco años de guerra mundial y veinte meses de guerra civil. Una imagen de vivo fermento. En medio de los escombros de los bombardeos y a los inevitables lutos todos con dividían el sentido de liberación, la voluntad de reconstruir la nueva Italia de la democracia y de la paz.
Pero queda alguna cosa que no ha entrado en nuestra memoria condividida. Son las “ráfagas de miedo” que en aquellos mismos días “corren por las calles” en el confín nororiental, en Trieste, en Gorizia, en Monfalcone, en Istria. Aqui no se festejaba. Se vivía en un estado de ansia, de aprensión y de inquietud. Las casas estaban atrancadas, el toque de queda comportaba “la prohibición absoluta de circulación en la ciudad para los civiles desde las 8 de la tarde hasta las 10 de la mañana”. […]
En Venecia Giulia habían llegado las primeras formaciones partidarias yugoslavas y se  respiraba un clima bien distinto. Los edificios públicos, desde los municipios a los cines, habían sido ocupados; desde el 4 de mayo, avisaba un anuncio, se habría retrocedido una hora en los relojes para uniformar el tiempo de Trieste con el del resto de Yugoslavia. En los muros se leían escritos en esloveno y croata que aclamaban a Tito y a Stalin; por todas partes los partidarios titines habían insidiado sus autoridades civiles y militares. Después iniciaron los controles, las perquisiciones, los arrestos. Y sobre todo las desapariciones. Ciudadanos que salían de casa y no volvían más, ciudadanos tomados de sus casas de los que no se sabía nada, de cara a aquella especie de muro de goma – así lo ha definido Carlo Sgorlon – erigido por las autoridades yugoslavas que se negaba a dar ninguna explicación.
¿Quién desapareció en aquel breve y terrible periodo, en el que la represión golpeó en realidad indiscriminadamente? Colaboradores del nazismo y del fascismo, pero también antifascistas del Comité de Liberazione Nazionale, algunos comunistas, otros que por su trabajo de funcionario, empleado de correos, maestro de escuela, policía o financiero representaban de un modo o de otro al Estado italiano; y después también gente común, que pagó odios y rencores personales no reprimidos o sumarios ajustes de cuentas, dramática constante de la historia cuando termina una guerra, y sobre todo una guerra civil. La suerte de estos hombres estaba comprometida, como narraron, y narran, los testimonios de los pocos supervivientes: enfoibamentos, ejecuciones sumarias, traslados forzados a los campos de prisión eslovenos, croatas, serbios. […]
Se debe partir de aquí para interrogarse sobre los motivos de este acontecimiento, al por qué  esta tragedia desde siempre sentida profundamente por las poblaciones giulianas haya sido durante decenios excluida de la memoria de la nación, a las razones por las que han sido necesarios casi sesenta años, y el voto del Parlamento que ha instituido el «día del recuerdo», para iniciar a elaborar una memoria con dividida sobre lo sucedido. […]
 Es una historia larga la de las foibe, del éxodo y del confín nororiental de Italia, una maraña de eventos difícil de desenredar, una historia de las raíces remotas a las que todavía, después de decenios de remoción, la publicidad y la historiografía han dedicado en los últimos años una atención muy particular y mostrado un renovado interés, derivado no solo por el redescubrimiento del tema de la identidad nacional o por el renacer de aquella que ha sido definida la “memoria doliente”. […]
Venecia Giulia era por tanto de tal manera importante para Tito que el ejercito de liberación yugoslavo, antes de haber liberado totalmente el propio territorio nacional, apuntó directamente a Trieste y entró en la ciudad el 1 de mayo, “cercando” sea Zagabria sea Lubiana, que fueron liberadas respectivamente el 8 de mayo y el 11 de mayo. Así, en breve, también con la llegada de las tropas nueva zelandesas en aquella zona se creó una situación del todo inédita en el ajedrez europeo, una premisa tangible a la “cortina de hierro” evocada el 5 de marzo de 1946 en Fulton por Winston Churchill, que no por casualidad en aquella ocasión citó explícitamente Trieste. La superposición de dos ejércitos, con objetivos diferentes, y la presencia de un Comité de Liberazione Nazionale dividido internamente […] hicieron impracticable lo que estaba sucediendo en el resto de la Italia septentrional, donde las autoridades locales eran nombradas por los CLN y controladas por el Comando Aliado. La llegada de las vanguardias nueva zelandesas, a tiempo para acoger la rendición de los alemanes, no impidió a los yugoslavos el imponer la propia administración en el territorio, que consideraban de su competencia.
En este cuadro se coloca la segunda ola de violencia contra los italianos, después de la de septiembre de1943, cuando en la ausencia de poder que siguió al 8 de septiembre los partidarios yugoslavos estaban esparcidos por Venecia Giulia y habían comenzado las ejecuciones sumarias – por algo prontamente denunciadas por la propaganda fascista – según la lógica – también de cómodo – que llevaba a la ecuación “italianos, fascistas, enemigos del pueblo”.
Para presentarse a la Conferencia de paz desde una posición lo más posible de fuerza, y obtener la anexión de Venecia Giulia hasta el Isonzo, Tito necesitaba que la región fuera ya pacificada: no era suficiente solo anticipar a los angloamericanos y asentar las propias autoridades y la propia administración, sino que se tenía que imprimir también un signo de la revolución, de la que habría sido la nueva Yugoslavia comunista. Vista desde esta óptica la depuración tenía que ser rapidísima, y tenía que sacudir a todos aquellos que aun solo potencialmente se hubieran podido oponer al diseño de anexión de la región. […]
En otras palabras había que decapitar a la comunidad italiana no solo de las autoridades del pasado régimen fascista, que en ciertos aspectos personificaban el régimen mismo, o de quien había participado en cualquier modo a aquella experiencia, pero sobre todo de la parte del futuro rango dirigente italiano que ocupaba posiciones estratégicas y por tanto era peligroso porque, como punto de referencia de la comunidad, habría podido organizar y ponerse en cabeza de una eventual oposición interna. Y la depuración creó aquel clima de incertidumbre y de terror del que se ha aludido precedentemente. […] Al final, entre enfoibados, deportados, asesinados en campos de prisión, las victimas fueron probablemente casi diez mil, cifra aproximada que hace entender la matanza espantosa que fue perpetrada.
¿Y los aliados? Los angloamericanos lo sabían. Lo habían sabido todo por lo menos desde el otoño del 1944, pero habían decidido no intervenir para no comprometer la unidad antinazista. Desde el 30 de noviembre de 1944 un informe de la Special Intelligence había denunciado que “al inicio los partidarios yugoslavos arrestaron a los fascistas, pero después obraron arrestos indiscriminados, de masa, de centenares de italianos. Los prisioneros fueron atados, metidos en las prisiones de Pisino, encerrados con llave en celdas abarrotadas, con poca comida y mucha suciedad. Cada noche, se llevan a algunos. Recientemente, en las foibe, las cavernas del carso, fue descubierto un montón de cadáveres atados, desnudos, algunos de los cuales identificados por los familiares. Se nos ha referido que en total los partidarios yugoslavos han tirado muchos centenares de personas en las foibe”. […] 
Aunque la segunda ola de violencia en los días del final de la guerra era conocida por los Aliados: ya el 1 de junio de 1945 el Office of Strategic Services definía “infierno comunista” a los cuarenta días de la ocupación yugoslava de Trieste y de las zonas rurales de Venecia Giulia, donde “los partidarios comunistas dan la caza a quien se niega a alistarse como si fueran bandidos. En Trieste son encarcelados también exponentes del Comité de Liberazione Nazionale y hasta antifascistas. También el Obispo de Gorizia ha sido detenido y después soltado”. Contemporáneamente se habían movido también las autoridades italianas. Alberto Tarchiani, embajador italiano en Washington, el 16 de mayo había enviado una nota al Departamento de Estado en la que denunciaba: “el régimen de terror titino prosigue. De Gorizia han desaparecido 4.000 personas. Parece que 700 han sido asesinadas en las zonas de Trieste. Hasta ahora los angloamericanos han asistido pasivamente a este drama”.
Ya no se tratava solo de una disputa entre Italia y Yugoslavia. La cuestión había tocado inevitablemente también las relaciones entre las superpotencias. Estados Unidos no podía permitir a la Unión Soviética – a través de su satélite – decidir unilateralmente una sistematización territorial, también porque Venecia Giulia no era Polonia, no era – como Stalin había afirmado diversas veces – la histórica puerta de ingreso de los invasores extranjeros en Rusia.
El nuevo acercamiento político del presidente Truman llevó entonces al acuerdo de Belgrado del 9 de junio: Venecia Giulia se dividía en dos zonas, denominadas A y B, separadas por la Línea Morgan. La primera, que incluía también Pola, bajo el control aliado; la segunda, que comprendía Istria, Fiume y las islas del Quarnaro, bajo la administración yugoslava. Pero la vuelta parcial a la normalidad al menos en la zona de competencia americana no limitó ciertamente las furibundas polémicas y el intenso debate que acompañaron al tratado de paz […] un verdadero y propio diktat impuesto por los vencedores a Italia derrotada […] . Italia era un País derrotado y, en el caso específico, Venecia Giulia iba a pagar en práctica todo el peso de la derrota. […] 
En todo este decenio la precariedad seguida al final del conflicto, […] llevaron a la comunidad italiana de Istria, de Dalmazia, de Fiume a abandonar las propias tierras. […] Los italianos no fueron expulsados, pero el recuerdo de las foibe estaba demasiado vivo, del clima de inseguridad y de miedo, al que ahora se unían la exasperación por el comportamiento y la política intolerante yugoslava, las vejaciones y las amenazas, la violencia, el conocimiento de que el poder estatal comunista se había convertido en un hecho irreversible con el cambio social que esto conllevaba. Los italianos, extranjeros en patria, se fueron, y si muchos consiguieron rehacerse una vida en Australia o en América, otros muchos encontraron no pocas dificultades en Italia, recogidos inicialmente en 109 centros de acogida a menudo improvisados y diseminados por todas las regiones de la península. […] 
Al contrario de lo que una cierta versión retiene y sostiene polémicamente hasta hoy en toda ocasión, a menosprecio de los silencios de la política pero también de parte de la clase intelectual –
acusada por Claudio Magris de ser “ignorante de aquellos capítulos de historia y satisfecha de la propia ignorancia” – el argumento fue, en particular en el primer decenio posbélico, muy frecuentado por la publicidad y no solo por la giuliana. De esto se ocupa el presente volumen, que recoge las principales intervenciones publicadas en la prensa lombarda entre el 1945 y el 1954. Se trata de una investigación llevada a cabo sobre más de cuarenta cabecillas que representan el entero panorama político y cultural del País, desde los monárquicos a los republicanos, desde los liberales a los comunistas, desde los cualuncuistas a los federalistas. […]
La guerra y su corte de lutos y sufrimientos ya no interesaban, como mostraban la indiferencia y la incomprensión cuando no el mal celado fastidio del que estaban rodeados el millón trescientos mil reducidos que volvían a la patria de la cautividad.
Y descuidados e ignorados no podían no ser también los que representaban la derrota, y que llegaban justo de la zona donde hacía treinta años Italia, después de Caporetto y el Piave, se había convertido en una nación. […] 
Antonio Maria Orecchia

(traduzioni di Marta Cobian)

La stampa e la memoria
Le foibe, l’esodo e il confine orientale
nelle pagine dei giornali lombardi agli albori della Repubblica
a c. di A. M. Orecchia,
Insubria University Press, Varese 2008, pp. 439, Euro 22,00

 

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